miércoles, 22 de julio de 2009

Cartas no enviadas

Santiago, 6 de mayo de 2007.
Querido O:
Si estás leyendo esta carta (escrita el 6 de mayo de 2007), es porque me decidí a compartir contigo mi mundo privado de los últimos meses. Parto por el final, diciéndote que cada día estoy mejor en mi proceso de reencontrarme a mi misma, de descubrirme al final del día sin mentiras, sin imágenes preconcebidas. El camino ha sido muy difícil, porque el mundo sigue en contra y cuando crees que podrás superar todos los obstáculos, descubres finalmente que tus grandes poderes, conllevan grandes responsabilidades. Y bueno, no siempre las personas estamos dispuestas a hacernos responsables de quienes somos.
Desde que te fuiste, fui víctima de pensamientos hostiles que me quebraron de a poco el alma. Sucumbí al miedo de perderte sin darme cuenta que en realidad la gente no pierde ni gana por tener a las personas, un trabajo determinado, ciertos amigos, cierta posición política.
Tal como lo veo ahora, temí tanto que logré concretar mis miedos en realidad. Y así llegué a experimentar angustia, desolación, una pena profunda, tan profunda que me mostró una Carolina que ni conocía. La verdad es que te culpé por ello y llené de adjetivos calificativos tu distanciamiento. Nada de eso me hizo sentir mejor.
Después del último llamado telefónico que te hice, aquel viernes, terminé por estrellarme. Debí viajar a Copiapó en carácter de urgencia, porque no podía con mi existencia en el trabajo, en mi casa, entre mis conocidos. No fui capaz de resistir la presión, dentro de mi vida estructurada y práctica, no supe como sobrellevar al nuevo Olivier o al de siempre que yo no aún descubría. Estaba durmiendo 4 horas diarias y llegué a los 48 kilos de peso. Tuve una especie de cuadro depresivo agudo, al que día a día me estoy sobreponiendo con la ayuda de antidepresivos, de la música y mi carácter fuerte. Ya bajé la dosis de mis pastillas, he recuperado el sueño, volví a maquillarme y hacer canciones, muchas canciones que reflejan cada uno de mis estados de ánimo. A través de ellas me he ido sanando y he entendido que no me hace falta nada más que mi misma para valerme en la vida. Sentí compasión de mí. ¿Sabes lo que es la compasión? Es el estado más evolucionado del amor, el que permite verte en tu real dimensión y entregarte todo lo que mereces. Hoy cumplo una semana y media sin haber derramado ni una lágrima después de 1 mes y medio de llanto.
Después del dolor profundo, antes de entender todo lo que te he mencionado, comencé a sentir rabia, mucha ira. No entendía que siendo tú un ser tan habilitado intelectualmente, tuvieras tan poca inteligencia emocional. Que a través de un correo dijeras que no tenías ganas de construir nada si eras nadie y que el argumento de vivir en Francia fuese que querías estar cerca de tus padres. Uno no se determina por lo que hace, ni por quien es socialmente o por quien vota, o por pertenecer a un grupo de campaña presidencial. Uno se determina por quien es, yo soy, ¿recuerdas?. Nunca te amé por donde trabajaras, por tus amigos o tu artificial estatus social. Amaba a ese ser sensible que decía emocionarse con las estrellas wawas, que titilaban a lo lejos, con la voz de una cantante melodiosa o con películas que hablaban del franquismo en España. Lo que me pasó después, fue que me di cuenta que ese ser se había ido o lo que es peor que nunca existió. Que sólo fue el argumento para insertarse en duros 8 años en una cultura totalmente distinta, que de alguna forma se latinoamericanizó para encajar, pero que ahora volviendo a su raíces se encontraba con su verdad y volvía a ser el de siempre. Cuando no me escribías ni dejabas algún mensaje en mi msn, sentía que me abandonabas y te reprochaba por eso. Sobretodo porque nunca te pedí que volvieras, sino que siguieras siendo el de antes. ¿Pero por qué el de antes?. Ahora lo sé, el de ahora, el realmente Olivier, el hombre que honestamente cerraba la puerta de sus sentimientos para que no interfirieran en su proceso, comenzaba a no gustarme. A ese no lo amaba y fue así como traté de retenerte, de que volvieras, sin entender que de amarte también debía querer esa parte tuya. Y lo de vivir en familia, me enfureció aún más porque de los ocho años que llevabas en Chile, creo que viste más a tu familia que yo a la mía en los 11 años que llevo en Santiago. Pero tampoco puedo reprocharte aquello. Finalmente es hermoso que quieras mantener los lazos y reafirmar tus raíces. Lo que pasa es que fue muy doloroso ver que estabas dispuesto a reafirmar los lazos con ellos y no conmigo.
Lo que más me causó ira era ver que la frase “no quiero construir nada, si no soy nadie” se refería solo a mí. Que fuiste capaz hacer vida política o de actualizar periódicamente tus artículos científicos en el blog y que todos los días ingresabas a él. Como lo supe?, me volví psicótica, entraba a tu página a diario, para saber en qué estabas, quien te escribía. Linkeaba tu profile para saber si habías entrado y sí, a diario entrabas. Yo pensaba “tiene tiempo para esto, para revisar su blog (no me cabía duda además que revisas todos los días tu correo) y no tiene tiempo para escribirme una línea diciéndome como está”. Pero eras tú, honestamente, tú.
Me volvió loca sentir que la tal caltec? Te coqueteaba virtualmente, pero me tranquilicé cuando puso una foto suya en su blog, porque sentí que no era competencia pese a sus esfuerzos por mantenerse en contacto contigo “Hola Matiere noire como estas” o “Esperaré impaciente tus artículos”. (Te dije, me volví psicótica). Y producto de esa psicosis, generada por la rabia y nuevamente el miedo, te escribí diciendo que no renunciaba. Pero luego de ello me arrepentí, como también me arrepentí de mandarte mensajes mal traducidos (seguramente) con el pseudónimo etoile blue.
Veía que para ti era tan simple, porque bastaba con guardar mis fotos, abandonar mi disco y ya. Nada te hablaría en Francia de mí. Pero mis compañeros de trabajo, el propio Planetario, mis amigos, mi familia hasta mi propia casa con la que había soñado tanto tiempo, me hablaban de ti. ¿Puedes entender lo difícil que es mirar el cielo que siempre fue mío, antes de ti, y no asociarlo contigo? O ¿lo rudo que fue llegar a mi casa después de volver de Copiapó y encontrarme con tu living, tu mesa, tu cocina, tu ropa, en mi territorio?. Fue devastador.
Y entre psicosis y psicosis, desperté un día viendo todo como es. No puedo reprocharte nada, porque esta situación en parte fue por mi debilidad ante las circunstancias. Seguramente de haberte amado lo suficiente, de haber sentido ese compromiso por nuestra relación del cuál me jactaba, no habría nunca exigido que te mantuvieras más presente. Ni siquiera me hubiese molestado tu cambio de personalidad repentino, lo habría amado sin objeciones. Así, habríamos seguido livianamente por la vida, fluyendo como siempre, hasta que llegado el momento te habría dicho me voy a Francia, por el tiempo que sea, sin importar tu temor a volverte histérico como dijiste. De todas formas tuvimos (estamos), en crisis y a estas alturas supongo que habría valido más la pena una crisis juntos que en diferentes continentes. O sea que podía perder? Mis cosas las abría dejado guardadas en la casa de la Daniela, habría devuelto el departamento y de no resultar nuestra aventura, me habría devuelto feliz por el intento a buscar un trabajo en cualquier parte de Chile. Ahora que me ha ido tan bien y que veo que mis potencialidades son muchas, reconocidas y visibles, no temo a enfrentar una cesantía. Pero no lo hice, era tan sencillo y no lo hice y en ello asumo toda la responsabilidad, pues no podía esperar que tú lo entendieras de otra forma que no fuera experimentándolo. Y no lo hice porque en el fondo de mi corazón dudaba de mi amor por ti, con ese ser que en ti había aflorado después de tanto tiempo. Dudé respecto a querer pasar el resto de la vida con un hombre que caía hondo por falta de trabajo, porque ¿qué sucederá cuando mueran tus padres, si llegas a tener una enfermedad incurable, si llegas a tener hijos con problemas o discapacidad? Nuevamente ¿vas a encapsular nuestra relación y me vas a apartar de tu vida para que no interfiera en tu dolor?.
El dolor hay que encararlo, hay que sentirlo y sacar lecciones de ello. Es lo que yo he hecho para llegar a este estado de claridad respecto a las cosas. En Copiapó le decía a mi papá “estoy segura que Olivier es el hombre de mi vida y confío en que va a entender que nada en la vida tiene sentido si no está el amor junto a él”. A dos semanas de aquello, sigo creyendo que en algún minuto vas a despertar, tal como lo hice yo y vas a llegar a entenderlo”. Si eres el hombre o no de mi vida, el tiempo dirá. En mi corazón aún hay dudas. En el último tiempo he sentido atracción por otra persona, con la que no tengo ningún tipo de relación, más que una idea platónica. Es conocido de mis conocidos y por esas cosas de la vida nos hemos encontrado en calles de Santiago. Nunca hemos salido, nunca hemos interactuado lo suficiente para conocernos realmente. Sólo mis hormonas se han agitado y han fantaseado en mi cabeza.
Pero tú sigues presente, tal vez por esta suerte de limbo en el que nos encontramos, en esta situación ambigua de seguir juntos en palabras, pero no realmente. Pienso en ti como siempre, pero quizás con menos desapego. Siento que la vida se me abre nuevamente y que soy capaz de lograr cualquier cosa que quiera si realmente lo deseo. Pero para ello, es imprescindible la verdad, primero conmigo misma, luego con los que quiero. Y a ti te quiero tanto. Piensa que se requiere mucho valor para todo esto que te he escrito, pero confío en que vas a entender y que más que todo, podrás conectarte con mis sentimientos. Porque hoy, por primera vez, después de todos los mail que te he mandado con argumentos racionales bien expuestos, es la primera vez que dejo hablar a mi corazón.
Y por qué lo hago hoy, porque internamente siento que la derrota de Segolene te va hacer reaccionar o te hundirá más profundo, hasta que toques fondo. Y lo hermoso de la vida Oli, es que nos da la oportunidad de madurar. Y creo que ya es tu tiempo de madurar, de entender que tu existencia no depende de nada externo ni del trabajo, ni de los amigos, ni de un candidato presidencial, sólo depende de ti de lo que realmente dicte tu corazón. No puedes equivocarte, cuando deseas algo con todo el corazón eso llega y si no aparece es porque te has estado mintiendo.
Yo sigo intentando resolver mis dudas y contradicciones. De descubrir si pese a todo te sigo amando o si puedo volver a amarte con esa intensidad de los mejores tiempos, con este nuevo rostro que me has mostrado. Espero que hagas lo propio respecto a mí, después de haberte revelado todas mis partes oscuras, la depresión, la psicosis, la ira. De todas ellas he aprendido y me he refundado como mujer nueva que quiere abrirse al mundo y no dejar que ningún pensamiento negativo cambie mi destino de felicidad absoluta.
A ti te deseo lucidez y mucha felicidad, el profundo amor que mereces porque eres un ser humano excepcional, lleno de nobleza y encanto. Y sobre todo verdad, absoluta verdad. Sigue tus impulsos, son más sensatos que la cabeza.
Un beso eterno,
Caro


Santiago, 7 de mayo

Hoy recibí tu respuesta a mi correo sobre las elecciones. Volví a caer. Tenía la esperanza que me dijeras que te habías dado cuenta, que habías despertado sabiendo que lo único que realmente vale la pena es el amor. Vale la pena!, no sé si este amor vale la pena que tengo ahora, cuando siento que retrocedí al principio de este período. ¿Qué pensé Olivier? ¿qué creí que iba a suceder? ¿Qué correrías a mi lado? ¿o simplemente que ibas a iluminar con alguna frase mi corazón? ¿Qué me dirías que piensas en mi todavía?. Sí, todo eso pensé. Y ahora me duele tanto. Me preguntas por mi trabajo ¿cómo crees que es trabajar con una directora que hoy me dijo, él no hizo nada por estar acá en Chile, yo sentí que él no quería volver?. El trabajo es fácil, es mecánico, son 8 horas en que evado la consciencia para ser productiva y no acordarme de ti. Pero no es fácil trabajar ahí con todas esas personas que te conocen, me hago mierda. Me preguntas por el trabajo y todavía no te das cuenta que no sé cómo salir de esta desilusión profunda. Tu estás deprimido por falta de trabajo? Yo estoy deprimida porque mi amor se fue de mi lado, porque ese hilo mágico que nos unía desapareció. Tengo tanta pena, tanta pena, tanta pena. Y tú no sabes, no lo ves, no quieres saber.
Te acuerdas del sentimiento que te causó tu pareja francesa de años, me dijiste que te habías decepcionado de ella, desilusionado. Eso pasa cuando nos formamos expectativas de la gente. Me hice expectativas contigo, me hice expectativas de ti y ahora siento una desilusión tan grande, ¿cómo me curo Olivier? ¿Voy a tener que transformarme en un ser racional que decide encapsular sus sentimientos al momento de la adversidad? ¿Qué aparta a los seres que ama cuando se siente débil? ¿Tendré que llegar a los 38 años con miedo a comprometerme y a luchar por eso? ¿Luchar por tu destino? Me dices ¿Qué vas a luchar por tu destino? ¿No teníamos un destino juntos? ¿por qué eres capaz de poner tus fuerzas en esto y no en nuestra pareja? ¿Por qué no luchas por mí? ¿En qué minuto me dejaste de querer o esta es tu forma de quererme? Ni siquiera me quieras cerca de ti, ni siquiera una propuesta de que yo conociera tu mundo. No puedo cuidarme, no tengo fuerzas, me quiero de vuelta y no puedo. Si tan solo te dieras cuenta.

Santiago, sábado 12 de mayo de 2007

Querido O:
Hoy llegó mi cama nueva. Me compré una americana de 2 plazas, luego que dormir en la mía se hiciera absolutamente doloroso e insoportable. Es extraño, porque el dormitorio obviamente se ve más chico, repleto y vacío a la vez. Creo que la cama me queda grande, no tiene mucho sentido ¿cierto? Cambié las cortinas del living y la alfombra. Otro color, otras medidas, son parte de mis técnicas de autoayuda.
Escribo hoy para contarte que estos días he ido mejorando. Después de nuestra conversación por msn, estoy más tranquila porque siento que por primera vez hablé con el corazón, fui honesta contigo. Quisiera que pudieras saberlo, pero bueno por ahora es mejor dejar las cosas como están.
Ese día fue difícil porque estaba en el trabajo y no podía parar de llorar, pero fue pasando con los minutos. Ya en la tarde me sentía mucho mejor, limpia, por decirlo de algún modo.
Quiero que sepas que no te culpo por nada de lo que nos ha pasado. Entiendo que las responsabilidades son compartidas y créeme que estoy trabajando para superar los errores que yo cometí, mucho antes de que te fueras y que de alguna manera influyeron en nuestra ruptura.
No me desdeciré de la evaluación que hice respecto a ti, a tus carencias, pero sí sumaré a ella la evaluación personal.
No se si te acuerdas o lo tienes incorporado a tu consciencia, pero siempre he pensado que lo peor en una relación son las mentiras. Yo te decía que nunca podría mentirte y la verdad es que la verdad es algo más profundo que hacer lo que pensamos o mantener lealtades y fidelidad. En estos días, he descubierto que la verdad más difícil de sobrellevar es la que nos dice quienes somos realmente, la que nos obliga a decir lo que nos molesta, apena o apasiona, aunque sea algo estúpido.
Por ello, quisiera pedirte disculpas, no fui honesta contigo en muchos aspectos y por ello entiendo que ante mi “arranque” de locura no hayas sabido como reaccionar. Que consideraras todo esto como parte de un escándalo menor que pasaría con el tiempo.
Lo cierto es que hay muchos aspectos de nuestra relación que me hacían sentir mal y por temor a que te dieras cuenta que yo no era la persona que creías y que por tanto me dejaras, no los comenté. Ni siquiera fue consciente, sólo me convencía de que estaba exagerando, le bajaba el perfil y lo dejaba pasar. En estos días me he dado cuenta que así me traicioné a mi misma y de paso a nuestra relación.
Para entenderlo volví al origen, a nuestros inicios, a la Carolina de entonces independiente, sin necesidad de pareja y sin ganas a comprometerme. En mi corazón y cabeza se repite la conversación que tuvimos en tu departamento, días después de conocernos. Tú me dijiste que te ibas por un tiempo largo a Europa y que no podías ofrecerme una relación. Yo reaccioné muy aireada y relajada, te dije que no quería tener un compromiso, que me gustabas y lo pasaba bien contigo, pero que como estaba saliendo de una relación larga, quería tener encuentros relajados. Que mejor dejáramos las cosas así y que cuando volvieras, si yo tenía ganas y tú también, nos viéramos y nos divirtiéramos juntos. Concluiste diciéndome, ok, pero ¿me vas a esperar?. Sólo reí.
En ese momento me creí honesta contigo, fui transparente y te di aquel discurso estando absolutamente convencida que aquello era lo que quería. El resto fue hermoso, porque te fuiste a Paranal, luego me llamaste para que nos viéramos, no pudimos porque ese fin de semana se casó mi hermano en Loreto y tú de inmediato partiste a Francia, a las semanas comenzaste a escribirme, a contarme tu vida, a pedirme que te esperaba que no me arrepentiría de aquello.
Así fuimos afiatando (paradójicamente al momento actual) con la distancia. Sin comprometernos formalmente, sabíamos que nos pertenecíamos y que la espera sería muy sobrellevable. Y así fue. Volviste y yo aún con miedos a repetir historias antiguas, decidí mostrarme tal cual era. “Si no le gusto como soy, mejor que se de cuenta ahora y me deje pronto para seguir mi camino. Ahora que todavía no comprometo mi corazón”, me repetía a diario. Pero te gusté así, te enamoré alegre, efusiva, cariñosa con mi gente, divertida e inteligente. El tema es que en el andar, no perdí la espontaneidad de mis actos, seguí siendo la misma, pero el temor seguía ahí. Antes tenía temor a encariñarme y que luego de eso me dejaras porque no te gustaba mi forma de ser. Cuando quisiste mi forma de ser con todas sus fortalezas, seguí con miedo a que me rechazaras por mis debilidades y las oculté. No fui capaz de dar el siguiente paso, jugué el rol de la mujer segura, muy resuelta y sin carencias que no requiere de refuerzos externos para seguir creyendo. Ahí está, mentí.
Tengo, tenía, muchas debilidades que me atormentaban y para no parecer exagerada las pasé por alto, pretendiendo que tu amor era suficiente para superarlas. Pero eso es algo tan personal, tan íntimo, que sólo pueden resolverse al enfrentarse.
Cuando comenzó todo el proceso de tu despido, me convencí que tendría que ser el pilar fuerte de la relación. ¿Te acuerdas cuando me dijiste que no era Superman?, tenías tanta razón. Ni si quiera soy héroe. Soy una chica común con necesidad de que la quieran y en eso me anulo tanto. Es algo que tengo que resolver sin duda, antes de enfrentarme nuevamente al amor, porque si no seguiré cometiendo el mismo error una y otra vez.
Nunca me atreví a decirte con firmeza, por ejemplo, que me cargaba que coquetearas con mis amigas. Tampoco te dije que me dolió aquella vez que salimos con mis compañeros de trabajo y tú te mostraste muy distante, hasta que te olvidaste del personaje y volviste a hacerme cariño, a ser como siempre. Nunca fui capaz de mirarte a los ojos y decirte con total franqueza que me sentía incómoda al no saber de tus amores pasados, particularmente de tu polola chilena, de la que sabía más de lo que quise por la amistad que tuvo con mi amigo Pablo Saravia. Tampoco te senté y te confesé, entera, segura, que yo sí quería casarme contigo, de verdad y por las leyes. Que me dolía que dijeras que no querías tener hijos, porque yo me imaginaba enanos pecosos, claritos y rulientos hablando una mezcla de francés y español achilenado, jaja. Y cuando te fuiste la segunda vez, estando deshecha por dentro, seguí jugando el papel de la fuerte e inquebrantable. Cada vez que me dijiste que estabas mal, triste, desesperado o con angustia, traté de darte ánimo, de levantarte y depositar toda mi confianza en que lograrías tus proyectos. Preferí eso antes de decirte que también tenía angustia, mucho miedo y que me sentía débil ante las circunstancias. Te dije que podría superarlo y que te esperaría paciente, sin obligarte ni presionarte por nada. Pero no era cierto, quise que fuera cierto, pero no lo era, ahora lo sé, ahora recién lo veo. Cuando me dijiste que yo tenía urgencia, tenías razón. Si la tenía, no soporté la presión de las circunstancias y la incertidumbre me estaba cercenando el alma y la cabeza.
Entiendo que al momento de explotar, porque nadie puede sostener tal mentira tanto tiempo, tú no comprendieras lo que sucedía. Yo también me habría espantado y me habría sentido perdida si como en una especie de esquizofrénica reacción tú hubieses cambiado por completo. Bueno, en realidad lo hiciste, también te convertiste en un hombre que yo no conocía y tal como comencé a dudar de si te quería en esa faceta, tú podrías haber dudado de quererme en estas condiciones.
Yo propicié el quiebre de alguna manera, no consciente, porque finalmente después de mucho ocultarme, a causa del dolor que provocaba en mí la distancia, me mostré con todo este lado oscuro.
Volví más atrás, me pregunté por que siempre me vinculo con hombres inmaduros emocionalmente. Creo que es porque para evitar sufrir, genero atracción con seres que no buscan comprometerse. Sin embargo, siempre terminan enamorándose y yo de ustedes. Y en realidad creo que ya es tiempo de que focalice mis instintos (si es que pueden controlarse de alguna forma) en hombres resueltos, que den el valor necesario a una pareja estable, sin miedo a conectarse con sus emociones y que al momento de experimentar crisis no decidan cortar sus sentimientos para evitar más sufrimiento. Que, al contrario, se afirmen en la relación y en el amor que hay de por medio para seguir adelante.
He descubierto también que lo único que realmente vale la pena es el amor. Por uno mismo y después por quienes amas. Sólo así es posible fabricar una vida plena, sólida y real. Pero para amar es necesario honestidad absoluta. Por ello creo que este proceso que nos toca vivir será productivo. Yo resolveré mis temas, trabajaré esta parte que tengo deficiente y espero también que tú ocupes este espacio y tiempo para hacer lo propio, para madurar y hacer crecer esa inteligencia emocional que tienes dormida.
Es probable, que si la vida ha decidido que estemos juntos, nos reencontraremos en una nueva etapa, más resueltos y conectados con todos nuestros aspectos y así volvamos a enamorarnos, pero con mayor fuerza que nunca. Si no, debo decirte que has sido un gran maestro, que me emociona ver todas las cosas que he podido encontrar en mí a partir de nuestra relación. También, me emociona el hecho que haya podido aprender tanto a partir del amor y de una convivencia hermosa, porque hasta hace poco, sólo había podido aprender a través de experiencias dolorosas. Nuestra relación fue tan hermosa, tan enriquecedora en su estado más pleno, que estoy segura que de haber sabido que esto nos sucedería, igual habría optado por vivenciarla. Hace días me preguntaba si este dolor- amor había valido la pena y hoy tengo absoluta certeza de que si ha valido la pena y que muy pronto sacaremos bellos frutos de esto.
Y si la vida no tiene un espacio reservado para que la compartamos juntos, de verdad espero haberte ayudado a crecer algo, haber marcado tu vida de alguna manera y contribuir a tu existencia.
Por ahora, tengo que enfrentar un nuevo desafío, concreto. Sacar tus cosas del clóset, guardarlas en una maleta y así cerrar el círculo. Para ser honesta, nuevamente, no lo he hecho porque se me hace extremadamente difícil, me duele en verdad.
Sigo pensando en ti a diario y sintiendo que después de todo, lo único que aún me queda es amor por ti.


Santiago, 24 de noviembre de 2007.

Querido O:
Han pasado seis meses de la última carta para ti no enviada. Hoy es uno de esos días en los que los amigos se han ido. Algunos agotados por el cansancio de la cotidianeidad, otros en panoramas personales, con novios, trabajando y escuchando a Serrat y Sabina.
Hace ya varias semanas, tal vez meses que no me dueles. La última comunicación que tuvimos fue por tu fallido viaje a Chile para el congreso de aficionados. A esas alturas ya no había lágrimas y suficiente alivio. Tu imagen se desdibuja cada día con mayor profundidad, pero sin fuerza. Creo que es mejor lo profundo que lo forzado, siento que es más permanente.
He llegado a una nueva conclusión respecto a nuestra historia. Entenderás que no porque estés fuera de mi vida, no reflexionaré sobre lo vivido. Mal que mal siempre serás un gran amor, de alguna vez. Con ayuda de meditaciones profundas, algunas lecturas de cartas, recapitulación de hechos y resignificación de los mismos he logrado entender lo que nos distanció.
Nuevamente me enfrento a una carga personal. Una clase de estigma o karma difícil de franquear, que tiene que ver con mis elecciones, mis atracciones. He llegado a la innegable conclusión de que un gran denominador común entre mis parejas ha sido la gran inseguridad que despierto en ellos, ustedes.
Muy al principio, lo sé por las relecturas de las primeras cartas de este archivo, intuí que más que la falta de amor, el egoísmo o la incapacidad de conectarse con los sentimientos, lo que terminó por derribar nuestro equilibrio precario fue mi intimidante forma de ser. ¿Crees que soy arrogante?, la verdad es que lo reconozco con humildad y sólo para mí. El discurso oficial sigue siendo que fui víctima del abandono por falta de cariño. Pero en lo más profundo de mi ser entiendo que puedo ser intolerable. Alguna vez te escribí que era difícil saber quien es uno y asumir la responsabilidad que eso conlleva. A mi me pesa a diario, porque mientras más me revelo más inalcanzable parece ser el hombre que pueda acompañar mi camino.
Todos los hechos menores y mayores que en su momento no fueron más que anécdotas, hoy se muestran sin velo como verdades irrevocables. Sé ahora por qué nunca quisiste mostrar nuestra relación, por qué te empeñabas en tener la última palabra, en educar sobre Machu Pichu a mi regreso y hacerme callar al respecto como si conocieras toda su historia, sin siquiera haber pisado tierra peruana. A no asumir frente a una amiga común que el hilo conductor de tu libro había derivado de una sugerencia mía. Recuerdo tu cara de horror, cuando hice el breve cometario “esa es la mejor idea”. Me miraste angustiado, iracundo “no vayas a decir que se te ocurrió a ti”, dijiste sin hablar. Luego, cuando te encaré y me dijiste “es mi libro” con tranquilidad y entre risas te dije que yo no quería robarte tu libro, pero que una cosa que nos hacía libre era la capacidad de pensar y tener ideas.
¿Tanto te asustaba Oli?, ¿tanto temías que yo brillara con colores propios? Tu popularidad y tus afectos recogidos con méritos propios no estaban amenazados por mi existencia. Es absurdo pensar que tu pareja puede quitarte protagonismo en el camino personal, porque los amores no son competencias de egos.
Ahora lo veo con tanta claridad y entiendo que no puedo hacer nada al respecto. Yo seré siempre yo y espero con el tiempo madurar y asumir mis debilidades, pero sin duda potenciar mis fortalezas. Con el tiempo me convertiré en alguien aún más intolerable para los seres inseguros y confío en eso para ni siquiera despertar en ellos una básica atracción.
Es mi carta de apuesta para encontrarme con el compañero de camino, porque no quiero nunca más compartir mi espacio y tiempo con alguien que se sienta disminuido por mí y que me oculte por temor a desaparecer. Siempre he pensado que no hay nada más bello dentro de una relación que sentir un profundo respeto y admiración por tu pareja. Y es tan paradójico porque las mías, que al principio se deslumbran con mis fortalezas, con el tiempo las combaten como si fueran poderosos enemigos.
Mi primer amor de adolescencia me encerró en él, mi amor universitario terminó por anularme, mi amor de tránsito hacia ti me aburrió al restarse siempre explícitamente y tú finalmente terminaste por abandonarme sin anestesias.
Pienso en todas las veces que me preguntabas por mi trabajo y por mis éxitos, en los últimos correos (ya no como pololos). Yo te respondía diciéndote “que importa, el trabajo es mecánico, no requiere ningún esfuerzo trascendente, pero si quieres saber me va muy bien”. Siempre pensé que era por tu trauma de cesantía extendida, por tu sobrevaloración de la imagen pública, porque para ti en realidad el tema laboral era algo determinante en el crecimiento de un ser humano.
Ahora me río. Fui ilusa, lógicamente ese no era tu análisis. En la pregunta no había más que competencia. Ahora siento que esperabas que te dijera que yo iba de mal en peor y que tenía problemas, para no sentirte tan menoscabado. Y más aún, armaste un campo de batalla en un ámbito que no puede estar más lejos de lo mi interés. Intuyo que en algún momento dedujiste que la opción era atacarme en el lado emocional. Por eso, sin ningún tino posible, me contaste que al acostarte con minas (en plural) te sentías perdido porque se enamoraban de ti luego de estar juntos dos veces. Y para ti resultaba tan vacío. “Contigo era distinto, nunca dude de ti” me escribiste. Pero al intentar arrastrarme a ese cuadrilátero, yo con valentía y sin ira colgué los guantes y cerré la puerta. Explícitamente te dije que no podía ser tu amiga y saber a cuantas te tirabas, pero que te deseaba fueras feliz. Nunca respondiste.
En fin, hoy siento que ya nada de eso me afecta. Es más. Espero que en algún minuto logres disfrutar de un amor parejo, al que no tengas que mirar hacia abajo para sentirte seguro y con la situación bajo control.
Yo ahora sueño con príncipes multicolores, con fallas como todos, pero con lo esencial resuelto. Que no se intimide por mi personalidad, menos por mi individualidad que es lo que realmente nos determina. Alguien alegre, entregado, un ser creativo, un buen conversador (que es equivalente a un buen escuchador). Un ser con menos temores, o con temores que quiera enfrentar y superar.
Tras mi análisis vuelve la alegría y la confianza. La tranquilidad de saber que los resultados han sido producto de mis elecciones, basadas en carencias antiguas. Aún no detecto la semilla, el hecho inicial que desencadenó en mí la necesidad de vincularme con hombres inseguros. Pero no te preocupes, cuando la encuentre, armaré una fiesta, me vestiré de rojo, danzaré y cantaré para celebrar la revelación. Luego de ello ataré una cinta alrededor del germen y lo lanzaré al fuego junto con todo lo que fui (o me hizo llegar a ser). Surgiré una vez más de las cenizas y entonces tendré mi encuentro final.
Gracias por todo lo enseñado. Te prometo no será en vano. Un beso

Santiago, 9 de diciembre de 2007.

Querido O:
Hace un año estábamos en Copiapó. Me acuerdo porque el 8 de diciembre pasado murió Pinochet y junto saltamos y festejamos entre la incomprensible mirada de mis papás.
El fin de semana del 9 de diciembre pasado, fue el último viaje que hicimos, no sólo a Copiapó. Fue el último viaje de nuestras vidas.
Me acuerdo de ti a menudo o frecuentemente ¿es lo mismo? (me escribiste alguna vez en uno de los correo iniciales). Como siempre, voy en Navidad para casa de mis papás y es inevitable recordar que cuando llegué allá el año anterior, me esperaba una rosa blanca con una pequeña tarjeta que decía “Estoy contigo y te amo”.
Me asusta un poco esta navidad. Se acerca como el fin de año, rápidamente, sin pausas. Con ella también se cumple un año de no verte, luego de que partiste para siempre a Paris el día 22.
Me pregunto por qué ya no te conectas a Messenger. No te tengo en mis contactos hace mucho, porque pensé sería lo mejor. Pero usualmente veo el check status y siempre apareces offline. A veces creo que quiero saber de ti y otras me alegra no tener noticias tuyas. Sobre todo porque sé que estás embarcado en una o muchas aventuras sexuales y amorosas, que quizás llenan tus vacíos y no quiero conocerlas. A estas alturas no sé si me afecta pensar (o tener la certeza más bien) de que estás en un plan de conquista con mujeres varias o si lo que realmente me molesta es constatar que mis aventuras son tan esporádicas que ni siquiera me alcanza para ocupar medio espacio.
Después de todos estos meses estoy enfrentando un nuevo enemigo. Mi personalidad se ha convertido en un fantasma agotador, porque me doy cuenta de que el patrón común en mis amores ha sido la profunda inseguridad que en ellos provoco, por ser tan libre, arriesgada, completa en tantos sentidos. El estado de profundidad y compenetración que fabrico en mis relaciones, termina por aterrar a cada uno de mis compañeros. Es demasiado esfuerzo, demasiada empresa para quienes en algún minuto soñaron con compartir mi cama, mis sueños, mi vida entera.
Ni siquiera los culpo a ellos, a ustedes, por eso. Creo que la responsabilidad termina siendo mía, por escoger a hombres inseguros, que prefieren enfrentar el mundo con alguien que no los opaque y quite protagonismo, antes de sentirse orgullosos y gratificados por tener a alguien con luz propia al lado.
¿Cómo lo haces para seguir adelante? ¿Cómo superaste todo tan rápido? Quisiera tener la receta, para despojarme de una vez por todas de esta pena constante que cargo sobre mis hombros. Es tan parte de mí, que me acostumbré a iniciar los días con ella y aunque sé que se hospeda en cada trozo de mi cuerpo, no duele tanto. Sólo clava sus puñales cuando me conecto y recuerdo episodios, como hoy.
Al menos reconozco que pasado diciembre, ya no tendré memorias contigo del último año y eso me alivia muchísimo, porque ayuda a cerrar la herida.
Tengo muchas cartas escritas para ti, en un archivo que probablemente nunca conocerás. En ellas resumo los hitos de este camino largo y difícil. Algunas son vitales, llenas de energía, espejos de los días buenos en los que siento que ya te he superado. Otras son menos esperanzadoras, pero cada una es verdad pura.
Si tengo coraje para enviarte esto, es finalmente porque no quiero tener que atravesar el recuerdo de este último viaje sola. Me parece injusto y ¿sabes? Necesito contención. Ya no tengo ánimo para sostener todo sola, tengo mucha fuerza para seguir adelante, pero la fuerza no reemplaza un espíritu (o un corazón) roto. Y la contención no la encuentro en mis amigas o en mi familia. Y será porque no tengo pareja, que termino pensando en ti como el mejor candidato para dejarme caer.
Dejarse caer, caer profundo. De eso en realidad tengo ganas, de descansar y no esforzarme más por salir a la superficie mientras me ahogo. Se cansan mis brazos y mi peso de 47 kilos no es suficiente para sacarme a flote.

Santiago, 29 de diciembre de 2007.

Ayer regalé parte de tu ropa. Fue una misión difícil, porque el amigo que vino por tus zapatillas y algunas camisas era más grande que tú. Según yo, ustedes tenían una contextura similar, bajos, delgados, calce 41. Resultó que tus pantalones talla 42, las poleras small y los zapatos 40 eran demasiado pequeños para él. Me di cuenta de lo menudo que eras. Nunca repare en esto y ahora que veo con distanciamiento y sin dolor tus cosas, apareces.
Saqué todas tus cosas. Tengo en bolsas de basura los contratos con el banco, los press release del observatorio, la tarjeta que me enviaste desde el aeropuerto la navidad pasada. Incluso el libro que sacaste de tu antigua oficina y nunca devolviste. Todo desaparecerá hoy de mi casa. El resto de la ropa se la llevó Iris hoy, para su hijo.
Siento que al fin me desprendo de la mochila con tus recuerdos. Mientras hago todo esto sale en la radio la canción de la Bersuit “tomo para no enamorarme...” y río, río de felicidad porque eso ya no es necesario.
Pocos días quedan para el nuevo año y todo esto es parte del ritual de iniciación. Sí querido, terminó el ciclo, mi cuerpo etéreo está tranquilo pues te ha dado la despedida que merecía. Sin dolor ni ira.
El mundo de a poco y muy mágicamente me abre sus puertas de nuevo. A mí llegaron las flores y el sol. El cielo volvió a pertenecerme y la fe, lo más difícil de recuperar, ha invadido mi espíritu. Sí, creo. Al que me pregunte podré contestar con plena sinceridad.
Las aventuras recientes que acuno en mi memoria son espejos de mi espíritu libre y recuperado. Yo fénix resucitado, finalmente. Muy feliz año nuevo, querida Carolina.

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